PRESENTACIÓN
Estamos en el último tramo de este año
jubilar de la esperanza, al cual estamos convocados todos los cristianos. En
este mes de octubre celebraremos el jubileo de las misiones y la campaña del
Domund, cuyo lema de este año es “Misioneros de la esperanza entre los pueblos”.
El Papa Francisco, unos meses antes de su fallecimiento, nos dejó su último
mensaje para el Domund, como si fuese su testamento espiritual. En dicho
mensaje nos ofrece las claves para que todos nosotros seamos misioneros de la
esperanza, resumidas en tres puntos:
1.
El
misionero sigue las huellas de Cristo, haciéndose continuador de su misión en
cada lugar y circunstancia que Dios le concede vivir.
2.
El
misionero camina con sus hermanos y hermanas en el mundo, teniendo como Cristo
un estilo de aproximación y cercanía, con particular atención a los pobres,
para ser signo del abrazo del Padre a toda la humanidad.
3.
El
misionero es un hombre o mujer de oración y renueva constantemente su
espiritualidad pascual en la eucaristía, para ser artesano de esperanza y
restaurador de humanidad.
Es importante que reflexionemos en torno
a estos tres aspectos y los concretemos en nuestra vida para que cada uno de
nosotros, los bautizados, seamos misioneros de esperanza para el mundo.
La realidad misionera está cambiando
mucho en estos últimos años. Los países que tradicionalmente enviaban
misioneros hoy apenas lo hacen, como es el caso del nuestro, y aquellos países
y territorios que recibían y todavía reciben misioneros, hoy se están
convirtiendo en los principales agentes de envío. Así, recordando las palabras
del pregonero del Domund del 2024, Juan José Aguirre, obispo cordobés en la
República Centroafricana, “llegan al continente africano misioneros de
Filipinas, monjas de la India, religiosos de Costa de Marfil o de las islas de
Cabo Verde. Laicos neocatecumenales van a las llanuras de Nínive en Siria,
jóvenes cooperantes alemanes o voluntarios portugueses van a Brasil. Misioneras
de origen indígena quechua de las montañas del Perú vienen al Congo, obispos de
diferentes congregaciones han sido elegidos en Pakistán, en Indonesia, en
Australia o en Mongolia. Así es la Iglesia misionera”.
Esta realidad, tan bien descrita por
Juan José Aguirre, no puede ser una excusa que nos conduzca a una pasividad
misionera. Aunque nos cueste ser agentes de envío misionero -debemos
reflexionar y pensar qué estamos haciendo mal para que esto suceda-, no podemos
dejar de colaborar con la misión ad gentes. Nosotros sostenemos el
trabajo de aquellos que se encuentran en el terreno, en el campo misionero. La
Memoria económica del curso 2024-2025 que ahora os presentamos, es una pequeña
muestra concreta de nuestra aportación diocesana a la misión ad gentes
de la Iglesia. Detrás de los números hay un importante trabajo por parte de
todos vosotros.
Ahora bien, no debemos de conformarnos
con una simple aportación económica. Nuestra iglesia diocesana seguirá siendo
misionera y continuará apoyando el trabajo de tantos misioneros repartidos por
todo el mundo, si seguimos las huellas de Cristo, transmitimos esperanza
caminando al lado de todos los que sufren y somos hombres y mujeres de oración
que alimentan su fe misionera en la eucaristía y en el contacto con el Señor
resucitado.
Quiero terminar dándoos las gracias, una
vez más, por vuestra aportación económica a las OMP, vuestra oración por los
misioneros y vuestra generosidad que se extiende a lo largo de todo el año. Es
la muestra más palpable de una Iglesia sinodal y misionera, donde todos somos
importantes y colaboradores, donde cada uno pone su granito de arena para
continuar siendo comunidad misionera.
Jesús M. Santiago,
Delegado de Misiones de Lugo.